MISCELÁNEA DE PENSAMIENTOS HERMÉTICOS. Francisco Ariza

viernes, 16 de abril de 2021

LOS AMANTES DE LA SABIDURÍA EN LA ERA DE INTERNET

La Escuela de Atenas (fragmento), de Rafael Sanzio

El Leviatán, el monstruo bíblico representativo del Caos, ha mutado y se ha hecho definitivamente global. Esto solo podía pasar en el “reino de la cantidad”, como René Guénon definió nuestro mundo actual en una de sus obras más conocidas (El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos), y que es de hecho la causa principal de los muchos problemas que padecemos actualmente. Lo tenemos ante nuestra vista, pero preferimos esconder la cabeza bajo tierra como el avestruz, pero el monstruo sigue ahí, y creciendo. 

En el año 2000 la población mundial era de 6000 millones, y 20 años después ha aumentado en 1700 millones, o sea que la cifra actual está aproximadamente en 7700 millones de seres humanos, y si su crecimiento es continuo según precisas leyes matemáticas, ¿cuántos millones de habitantes habrá dentro de otros 20 años más? ¿Podrá el planeta soportarlo teniendo en cuenta que los conflictos de hoy día debidos a esa sobrepoblación aumentarán en la misma proporción? A esto se ha unido la pandemia del coronavirus, que es una consecuencia de la explotación descontrolada de la madre Tierra (un auténtico sacrilegio), con el consiguiente cambio climático y destrucción o debilitamiento de los delicados ecosistemas. 

Pero además hay otras "pandemias" a cuya propagación contribuye decisivamente la globalización y los medios tecnológicos que la sustentan; es el caso del “revisionismo” histórico y de las costumbres, al que se une el hipócrita puritanismo de lo “político y moralmente correcto”. ¿Por qué ese empeño en hurgar en las entrañas de la Historia para acomodarla a nuestros gustos y criterios actuales? ¿Por qué no la consideramos desde la perspectiva de un Cicerón, por ejemplo, que afirmó que la Historia es la luz de la verdad, la vida de la memoria, y maestra de la vida? Siendo maestra de la vida, de la Historia desde luego que hemos de aprender de los "errores" cometidos por los hombres a lo largo de los siglos, pero también de sus aciertos, pero si ella se "revisa" a la conveniencia ideológica de nuestra "tribu" particular, cualquiera que esta sea, ¿qué vamos a aprender de ella?, y ¿qué vamos a rectificar si creemos que nuestra época es el mejor de los mundos posibles? Con lo cual cometeremos idénticos errores, aunque con distintos collares, y estos, debido también a la globalización, seguirán extendiéndose por todo el planeta. 

Lo mismo podemos decir del estudio de las humanidades, a las que se tiende a ignorar en los planes de estudio de prácticamente todos los países en beneficio de las nuevas tecnologías, en su cada vez más amplio abanico de especializaciones. En el fondo se trata del desprecio por la cultura, palabra que no olvidemos viene de “cultivo”, se entiende que del cultivo de nuestra mejor simiente. Es una muestra más de la injusticia ejercida contra lo humano por la mentalidad artificiosa del "transhumanismo", que ya está gobernando "este" mundo.

La Nueva Inquisición, henchida de relativismo y falsa superioridad moral, pretende arrinconar la memoria de los siglos en el almacén del olvido, e irremediablemente una enorme ola de estúpida y mezquina puerilidad recorre el mundo entero como un tsunami. Sin embargo, nada es por casualidad, y más vale preguntarse quiénes son los que mueven estos hilos, y quiénes los que pretenden borrarnos la memoria, enfrentar a las generaciones entre sí y a cada individuo consigo mismo valorando sus miserias e infravalorando sus virtudes. Pero aquellos que, consciente o inconscientemente, están provocando la división y la  desintegración de la humanidad, unidos a los que pretenden mediante la "inteligencia artificial" guiarla hacia un mundo distópico y brutal, ¿no son a su vez movidos, sin saberlo, por otros hilos más sutiles, y según un propósito determinado del que ellos son también víctimas, pero que desconocen por completo ilusionados como están con sus "inventos"?

II

Algunos filósofos griegos, conocedores de las leyes cíclicas (como Platón), afirmaban que “todo en el cosmos conspira”, queriendo decir con ello que el mando de la Gran Máquina del Mundo, en manos de los mensajeros divinos, ya se llamen ángeles o dioses intermediarios, es tomado en un momento dado por aquellas otras entidades que son su reverso oscuro y tenebroso (los demonios o los dioses del inframundo), cuya misión al final de un gran ciclo, y de acuerdo a su naturaleza, consiste precisamente en ir desmontándola pieza a pieza. También puede verse ese "conspirar" como una gran partida de ajedrez jugada por los Devas y los Asuras, los dioses y los demonios hindúes; se trata del “juego cósmico”, o del “panludo”, como señaló en cierta ocasión Federico González [1] y en donde ahora tienen las de ganar los Asuras, que campan a sus anchas al habernos olvidado los seres humanos de invocar a las potencias superiores. En este tiempo de desguace vivimos.

¿Dónde está el origen de todo esto?, podemos preguntarnos. Hay varios orígenes, pero hay uno en concreto que “colmó el vaso” de los despropósitos. En un momento dado, situado en torno al siglo XVII, hicieron su aparición los “pensadores” (nos negamos a llamarles ‘filósofos’) y científicos racionalistas creadores de una "nueva fe", la del “progreso indefinido", una de esas modas que acabaron extendiéndose por doquier, como si ese "progreso" fuera una ley inexorable y no el resultado de una ilusoria concepción lineal del tiempo, que es cíclico y sujeto a una perenne regeneración, lo que entre otras cosas permite nada menos que el mantenimiento de la vida. Lo cierto es que en ninguna época de la historia se ha concebido una cosa así. La existencia humana, como la de la naturaleza y la del cosmos, que la envuelven, obedecen a flujos y reflujos, a subidas y bajadas, pues ese es el ritmo y el latido de un Corazón omnipresente con el que están acompasados todos los corazones y seres vivos del Universo. “Nada en exceso” decían también aquellos filósofos de la Antigüedad. Ni progreso ni retroceso indefinido, sino más bien una sabia combinación de ambos, pues en ese equilibrio consiste el secreto de las sociedades que viven de acuerdo a la Norma o Dharma Universal. 

A veces, progresar es conservar, otras regenerar lo conservado y cambiar lo que sea necesario para adaptarlo a las nuevas condiciones cíclicas y temporales. Tres civilizaciones arcaicas como la China, la Mesopotámica o la Egipcia, entre tantas otras, estaban en ese "secreto". La duración de cada una de ellas se cuenta por miles de años, mientras que la nuestra, la civilización moderna (incluida la posmoderna), apenas si ha superado los trescientos. En aquellas civilizaciones, con la llegada de una nueva dinastía que podía durar varios cientos de años se renovaba todo aquello que debía ser renovado, pero se conservaba lo necesario, o sea lo inmutable, las ideas-fuerza esenciales de esa civilización, que entroncaba con los orígenes míticos y sagrados de la misma. Para que veamos la enorme diferencia de mentalidad que nos separa de ellas, su idea de "progreso" consistía en volver la mirada a sus orígenes atemporales, el "retorno a las fuentes" para así mantener viva la memoria y la realidad de esas ideas-fuerza dentro de la renovada cosmovisión [2]. Hemos de tener en cuenta que aquellas sociedades estaban gobernadas por los más sabios y por reyes-sacerdotes, que sabían leer en los “signos de su tiempo” y estaban en permanente comunicación con los dioses y los hados del destino. De todo esto podemos concluir con aquello que ya decían los maestros medievales de la Escuela de Chartres: si cada nueva generación podía “ver más lejos” no es porque fuese mejor que la anterior, sino porque iba subida encima de sus hombros, o sea no se despreciaba la herencia cultural y espiritual recibida, sino todo lo contrario, pues ella era el soporte para mantener viva, contemporáneamente, la llama del Conocimiento.

III

Por consiguiente, craso error sería por nuestra parte entregar a la “inteligencia artificial” el rango creador que dentro del orden cósmico le pertenece al ser humano por estar formado "a imagen y semejanza" del Macrocosmos. Es evidente que la humanidad actual ha hecho dejación de sus funciones, y ese espacio lo ha ocupado el simulacro de esa "inteligencia" dejada a su albur y sin control debido a su, ya sí confesable, adoración idolátrica. Por eso mismo, y más que nunca, la Tradición y sus valores perennes y eternos es nuestra Arca de salvación, nuestro castillo interior, ese espacio que nos preserva de las "tinieblas exteriores" y nos pone en comunicación con otras realidades más vírgenes de nuestra conciencia al no estar contaminadas por esta vasta profanación de lo humano y de lo sagrado que, salvo raras excepciones, ha acontecido durante el desarrollo de las teorías que crearon el mundo en que vivimos. Pero acabar con esa enorme ilusión no nos corresponderá a nosotros hacerlo, sino a ese rayo divino de que habla San Mateo (24: 27-28) en los siguientes términos:

“Porque así como el relámpago sale del Oriente y resplandece hasta el Occidente, así será la venida del Hijo del Hombre. Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres.”

Y el mismo apóstol nos recuerda:

“Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.” (Mateo 8: 22).

Lo cual es análogo a este otro versículo: 

"Busca primero el Reino y su justicia, y todo te será dado por añadidura". (Mateo 6: 33).

En la red se habla mucho de “comunidades”, entonces ¿por qué no una “comunidad del Espíritu”, o mejor aún, y para evitar equívocos, una "comunidad del Conocimiento"?, entendiendo por este el atributo principal de la Sabiduría, lo cual en el fondo no sería otra cosa que una "reunión" en el espacio virtual de internet de personas vinculadas solo y exclusivamente por su interés en la Sabiduría, bajo las diversas formas que esta reviste, y subrayamos "reviste" ya que este término nos conduce a uno de los sentidos que tiene el símbolo y sus vehículos de conocimiento: el de "revelar", o sea "desvelar" a la Sabiduría de sus "ropajes" para que se nos muestre en todo su esplendor. El otro sentido que tiene el símbolo es el de "velar", cubrir u ocultar lo que él está simbolizando, pues como se dice en el Zohar: "la Sabiduría solo se revela a quien la ama". Y amantes de la Sabiduría son desde luego los verdaderos filósofos en el sentido genuino y primigenio de la palabra Filosofía ("amor a la Sabiduría"), que es el mismo, en esencia, que el que nos brindan las enseñanzas de las diferentes tradiciones y culturas del Oriente, o de cualquier lugar de la Tierra. 

“Cada uno en su casa y Dios en la de todos” podría ser el lema identificativo de esa genuina comunidad. Pero no hace falta, pues de hecho eso es precisamente lo que facilita el Internet, que es dual, como todo lo manifestado, o sea que tanto puede servir de vehículo para lo constructivo como para lo destructivo. Pero lo que interesa recalcar es que gracias a esta “herramienta” estamos conectadas personas que sin ella no tendríamos seguramente la oportunidad de compartir nuestras inquietudes y experiencias en el camino del Conocimiento. Los amantes de la Sabiduría ven a Internet como la nueva plaza pública socrática, punto de reunión de voluntades ejerciendo su libertad de pensamiento. Aunque a veces nos desviemos por alguna distracción, se intenta retomar el rumbo con toda la buena voluntad posible, sabiendo que finalmente “todos los caminos conducen al Centro del Mundo”, donde cualquier dualidad u oposición cesan de inmediato.

Lo queramos o no, somos hijos de nuestro tiempo, y siempre en cualquier época y circunstancia el “buscador de la Luz” ha tenido que utilizar las herramientas que el siglo le ofrecía. Pero esto no significa que comulguemos con "ruedas de molino". Desde la perspectiva de los "amantes de la Sabiduría", ser internauta es sobre todo navegar por un espacio que en verdad es el de nuestra alma, pues en ella está todo nuestro ser presente. Si el Cosmos es una enorme caja de resonancia musical que reproduce los acordes del diapasón divino como han señalado siempre los verdaderos filósofos y maestros espirituales de todas las épocas, incluida la nuestra, entonces ¿por qué no incorporarnos los herederos de su legado a esa liturgia armónica con nuestro propio canto, resultado de numerosas destilaciones alquímicas, y colaboramos así, conscientes de esa realidad, en los planes del Gran Arquitecto del Universo, que no es otro que el Espíritu de la Construcción Universal? 

Qué otra cosa somos, en definitiva, sino ese canto, esa palabra que ha sido fecundada y por tanto fecunda a su vez, nuestro nombre verdadero, la quintaesencia de nuestro ser y la única simiente que dejaremos depositada en el Arca que atraviesa las "aguas" del mundo intermediario para arribar a una nueva “Tierra Prometida”, allende este Eón que finaliza. Francisco Ariza

https://www.franciscoariza.com/

Notas

[1] Federico González Frías. La referencia al "panludo" está al comienzo de su novela épica Defensa de Montjuïc por las Donas de Barcelona.

[2] Esto es lo que pasó precisamente en el Renacimiento, palabra que alude al "renacer" del mundo clásico, de la filosofía de Platón y del Corpus Hermeticum a mediados del siglo XV. 


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