Estas líneas tienen su origen en una conversación, vía sms, que mantuve hace unos meses con uno de los amigos de Facebook. Tratamos de la “metaxis” y de si esta se puede identificar con el Mundo o Plano Intermediario, esa “región” del Alma Universal situada entre el mundo sensible y el inteligible.
La metaxis,
o metaxy, es un concepto que menciona
Platón en distintos lugares de su obra, y que permite entender una de las
claves de su filosofía, o mejor dicho de la Filosofía, ya que el maestro griego
no expuso un sistema filosófico propio (al modo de los filósofos modernos),
sino una enseñanza heredada en sus aspectos fundamentales del pitagorismo, el
mito arcaico, los presocráticos y el propio Sócrates naturalmente, enseñanza
que él interpreta y da forma a través de los diálogos, es decir del uso de la
palabra humana iluminada y dirigida por el Logos, pues de lo que se trata es de
encontrar la “idea”, o el concepto si se quiere, que está en la esencia de las
cosas.
En la obra de Platón, y de sus discípulos e
intérpretes más fieles a su pensamiento (caso de Proclo) existen numerosas
referencias al Plano Intermediario, equivalente al “Mundo Imaginal” de ciertos
metafísicos islámicos árabes y persas, quienes también recibieron la herencia
de Platón y los neoplatónicos.
Pero hablando de la metaxis, esta no debe asimilarse exactamente al Plano Intermediario
tomado en su conjunto. Metaxis
significa “participación” y más concretamente “participación con o en las
ideas”. Sin participar del Mundo de las Ideas (que es el único realmente
existente y del que derivan todos los demás) las cosas y los seres sólo serían
sombras fugaces, como las que relata Platón en el mito de la caverna. Pero aunque
no sea exactamente lo mismo, dicha participación en las Ideas es posible
gracias al Plano Intermediario, que no solo separa el mundo terrestre del
celeste, sino que los “une” y los vincula entre sí. Por cierto que ese mismo
papel es el que desempeña el símbolo, en tanto que entidad intermediaria que
promueve la capacidad de dar “forma” al mundo de las ideas que se revela en la
conciencia.
Mas para que ello sea posible, es decir para que esa
“participación” en el Mundo Inteligible se haga efectiva, es necesario que el
ser reciba una influencia espiritual, representada o simbolizada muchas veces
por un “rayo luminoso” emanado directamente del Espíritu. En este sentido, la
tradición hindú habla de Buddhi, o
Intelecto Superior, como un rayo luminoso emanado de Atmâ, el Espíritu o Ser Universal, rayo que se proyecta sobre la
individualidad humana despertando en ella la “conciencia del yo” (ahamkara), que nada tiene que ver con el
“ego”, pues dicha conciencia no es otra cosa que el reflejo de ese mismo
Intelecto en el alma humana, y por medio del cual esta se “organiza” en todas
sus funciones, sutiles, mentales y corporales. Pero lo importante es
advertir que sin la presencia de Buddhi,
sería imposible esa “participación” en el Mundo de las Ideas.
Vemos así que Buddhi
es en esencia lo mismo que el Logos platónico, que es igualmente el intermediario
entre el Mundo de los Arquetipos y la individualidad humana. El Logos, o Verbo,
se simboliza también como un rayo luminoso que proviene del Noûs-Dios, es decir del Ser Universal.
Ese rayo determina con su influencia que nuestra alma pueda elevarse y
“concebir” en sí misma esos arquetipos, “participando” de sus beneficios
espirituales y contribuyendo así a su propia regeneración y transmutación.
De ahí que Buddhi,
o el Logos, sea nuestro principio trascendente, que no sólo es capaz de
“actualizar” las posibilidades contenidas en el estado humano individual, sino
que se constituye en un auténtico eje o escala por donde podemos ir ascendiendo
y conociendo nuestras auténticas posibilidades supraindividuales, ontológicas y
metafísicas. Francisco Ariza
https://franciscoariza.blogspot.com/
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