MISCELÁNEA DE PENSAMIENTOS HERMÉTICOS. Francisco Ariza

domingo, 24 de junio de 2018

"... Y QUE YO DISMINUYA"


Juan Bautista, al igual que Juan Evangelista, son modelos de la iniciación que, en el caso del esoterismo cristiano, tienen su arquetipo en Jesús el Cristo. Todos ellos son estados del ser perfectamente jerarquizados, los cuales están en potencia hasta que se actualizan. Lo mismo sucede en la Masonería, estando Cristo simbolizado en este caso por el Gran Arquitecto del Universo.

En el caso de Juan Bautista, esa actualización manifiesta la grandeza y la dimensión de lo humano, y las formidables esperanzas que alberga dicho estado de conocer su verdadero origen, que es supra-humano. “De entre los nacidos de mujer, Juan [Bautista] es el más grande” (Mateo 11, 11). Palabras que sin duda alguna reconocen esa grandeza.

Sin embargo, ese reconocimiento es el “punto de partida” que se necesita para realizar el recorrido hacia otros estados más allá de lo humano, una potestad que en la Creación es prerrogativa del hombre, hecho a imagen y semejanza del Ser Universal. Paradójicamente, ese “aumento” producido por la atracción de la Voluntad del Cielo, va suponiendo una “disminución” de lo humano, lo que se vive como un “sacrificio”, palabra que no olvidemos quiere decir “hacer sacro”.

El propio Juan Bautista lo dice explícitamente en su último testimonio: 

Es necesario que Él [Cristo] crezca, y que yo disminuya. El que procede de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra, procede de la tierra y habla de la tierra. El que procede del cielo está sobre todos” (Juan 3, 30). 

En el contexto del simbolismo solsticial, estas palabras se refieren a la disminución paulatina de la luz solar desde el solsticio de verano hasta el solsticio de invierno, momento en que esa misma luz comienza de nuevo a crecer.

Juan Bautista, lo humano, acepta su “sacrificio”, después de haber “clamado” por años en el “desierto” la venida de aquel que bautizará con el fuego del Espíritu. La esencia de lo humano es albergar en su seno a ese “fuego” que “procede de arriba”. Todo lo demás, o contribuye a hacer de ello una realidad fecunda, o no sirve absolutamente para nada.

Mas Él le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú, ve y anuncia por todas partes el reino de Dios”. (Lucas 9, 60). Francisco Ariza

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