Centrándonos en este aspecto de la realización interior, el
síndrome de Procusto es un verdadero problema para quienes están poseídos por
él, pues de una "posesión" se trata: nada menos que del espíritu
inquisitorial. No es casualidad en este sentido que los métodos de tortura que
utilizaban los inquisidores clásicos son los que ya utilizaba Procusto: la
sierra de cortar miembros y el estiramiento de los brazos y las piernas, el desgraciadamente
famoso "potro", entre otros.
Hoy en día, afortunadamente, ya no se emplean esos métodos
brutales, pero no por ello ese "espíritu" ha desaparecido. Como es
consubstancial a la naturaleza humana “caída” pervive como una bacteria
alimentada por el odio, el rencor y el desprecio más injustificados. La verdad
es que hay algo de "mecánico", o de "robótico", en ese
pensamiento uniformizador que niega al ser y la libertad. Pero en el fondo
subyace un complejo, ya sea el de inferioridad (que no soporta el talento de
otros porque saben que adolecen de él), o el de superioridad, que tampoco lo
soportan porque son los únicos que creen poseerlo. También pueden darse ambos
complejos en la misma persona. La falsa humildad y la soberbia son,
respectivamente, sus señas de identidad.
Teseo, un héroe solar, no se anda por las ramas con
Procusto: le aplica los mismos métodos que él utilizaba, porque como bien nos
recuerda el refranero: "Quien siembra vientos, recoge tempestades". Francisco Ariza
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