Las siguientes palabras las hemos encontrado en los
“Manifiestos” rosacruces (concretamente en la “Confessio”, escrita a comienzos
del siglo XVII), que nos hablan de una “realidad otra” y sin embargo siempre
presente como un estado propio de la conciencia. Una conciencia que es
individual en lo humano, pero que puede hacerse universal una vez ha
"comprendido", y sobre todo ha "retenido" lo que
paradójicamente está "todavía y para siempre por descubrir":
“¿No sería delicioso poder vivir cada hora como si
hubierais vivido la historia del mundo desde sus orígenes hasta nuestros días,
y como si estuvierais destinados a seguir viviendo hasta su fin? ¿No sería
maravilla habitar en un lugar tal que los pueblos que viven en las Indias, más
allá del Ganges, no pudieran disimularos sus riquezas, ni los peruanos privaros
de sus consejos? ¿No sería cosa deliciosa poder leer en un libro que os permita
leer, comprender y retener el fruto nunca descubierto, todavía y para siempre
por descubrir, de todos los libros que han existido y que están por venir y
aparecer?”
Precisamente ese comprender y retener es también un
"guardar", que es lo que le dice Beatriz (la Madonna Inteligencia) a
Dante en el canto V del Paraíso, en el preciso momento en que ambos llegan al
cielo de Mercurio, el dios hermeneuta y mensajero de las ideas más altas:
“Abre la mente a cuanto yo te digo / y guárdamelo
bien; que no hace ciencia el entender, sino el guardar consigo”.
Una observación: Esta coincidencia entre Dante y los
Manifiestos rosacruces no ha de extrañarnos, pues ambos son voces de una misma
tradición iniciática y hermética, emanada, a su vez, de un solo y único
Conocimiento metafísico, también llamado Centro del Mundo o Tradición
primordial. La fuente de una perenne revelación. Francisco Ariza
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