El historiador grecorromano Polibio,
basándose en “El Político” de Platón (302b/ 303d), denominó con el término
Anaciclosis la aplicación de las leyes cíclicas a las distintas formas de
gobierno, que son fundamentalmente tres: la Monarquía, la Aristocracia y la
Democracia. Cada una de ellas tiene su reverso negativo y degenerado,
respectivamente: la Tiranía, la Oligarquía y la Oclocracia. Esta última quiere
decir “gobierno de la muchedumbre”, o de la “masa”, una de cuyas
características más notorias es la demagogia y el populismo. Si la Democracia
es el “gobierno del pueblo”, la Oclocracia es el “gobierno de la muchedumbre”,
si bien decir “gobierno” en este caso es de hecho una contradicción en los
términos. Finalmente, la Oclocracia es lo que más se acerca a la noción de
“caos” y “desintegración social”.
La sociedad occidental, salida de las
“revoluciones burguesas” de los siglos XVII y XVIII, eligió la Democracia como
forma de gobierno, que es por cierto y por cuestiones cíclicas la más adecuada
para estos momentos de la Historia. Pero ya desde sus comienzos la Democracia
siempre ha estado tentada por su reverso negativo, y ejemplos hemos tenido
muchos en este espacio de tiempo. Pero es hoy en día, y coincidiendo con la
globalización del mundo, cuando la Oclocracia, el “gobierno de la masa”, está
más cerca de hacerse realidad, y revestido con los nombres e “ideologías” más
variadas, aunque todas se identifican en la demagogia y el populismo. ¿Es un
síntoma más de un fin de ciclo anunciado?
NOTA: Todo esto que decimos se refiere en
realidad a la doctrina de los ciclos cósmicos, que
es muy antigua y presente en muchísimas culturas y tradiciones. Por decirlo de
una manera muy resumida, cada cierto periodo de tiempo el mundo se ve sometido
a cambios muy profundos, el más grande de los cuales es el que implica a la
humanidad entera. Por todos los signos que vemos a nuestro alrededor pensamos
que el próximo fin de ciclo implica precisamente a nuestra humanidad actual.
San Juan, en el Apocalipsis, lo expresa de manera simbólica, y muy clara a
nuestro entender, cuando anuncia que ha visto "un nuevo cielo y una nueva
tierra", refiriéndose sin duda al comienzo también de una “nueva humanidad”.
Si hemos señalado la Oclocracia es
porque ella constituye un síntoma de este fin de ciclo. Esta se ha dado muchas
veces a lo largo de la Historia, y significa la degeneración total de una
civilización, y por tanto su desaparición. Pero, debido precisamente a la
globalización, esa Oclocracia es también global, o sea que ya no atañe a una
civilización determinada sino a la humanidad entera.
Solo hay que ver la deriva del mundo
actual, y la “falta de esperanzas” en un futuro cada vez más incierto, para
darse cuenta de que son inminentes acontecimientos muy importantes para el
conjunto de nuestro mundo, aunque esa inminencia, cuando se trata de los ciclos
cósmicos, puede tardar todavía un cierto tiempo en manifestarse. Como se dice
también en los Evangelios “sólo el Padre sabe el día y la hora”. Francisco Ariza