MISCELÁNEA DE PENSAMIENTOS HERMÉTICOS. Francisco Ariza

sábado, 28 de diciembre de 2019

LOS DÍAS NEMONTEMI, O "LLENOS DE VACÍO"


Entre los aztecas y otros pueblos mesoamericanos había una diferencia de cinco días entre el calendario civil de 360 días y el año solar o trópico de 365. Esos cinco días eran considerados como "nefastos" y recibían el nombre de nemontemi, los "días baldíos", abismales, que "se llenan de vacío", expresión que puede parecer un contrasentido pero que ilustra muy bien la idea de la absoluta ausencia de todo tipo de actividad humana durante ese período.

Dentro de ese vacío que “todo lo llena” no hay movimiento y por consiguiente ni espacio ni tiempo. Son los días en que el mundo se sumerge en el caos y en la oscuridad pre-cósmica, anterior a todo tipo de existencia, para volver a renacer nuevamente con el fuego del año nuevo, al que insufla la energía de su calor y su luz. Ese caos abismal era un componente fundamental en la concepción cosmogónica y metafísica náhuatl.


Los cinco días nemontemi

En el fondo, todas las culturas coinciden sobre esto en lo esencial, y han celebrado los últimos días (o el último) del año, como un tiempo que “no existe”. La vivencia de ese vacío, de esa ausencia de toda referencia espacio-temporal también incidía en la experiencia de la iniciación sapiencial. En el sistema de correspondencias entre el macrocosmos y el microcosmos, el vacío pre-cósmico es análogo al vacío en la conciencia humana, necesario para la regeneración espiritual, o sea para el "nuevo nacimiento" y el ingreso en la realidad de lo sagrado.

Recordemos en este sentido que nemontemi también quiere decir "días que completan lo vivido". ¿Y qué sería ese completar sino la experiencia misma del vacío interior? O sea, "borrar" de la conciencia toda referencia profana que impida precisamente esa regeneración. Nemontemi son los días inútiles, los que no sirven para nada, y he ahí precisamente su verdadero valor, pues es, en esencia, la vivencia de lo que "no es" la que se experimenta en ellos. 

Como nos recuerda Federico González en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos: "Todo el mundo conoce la utilidad de ser útil, pero nadie conoce la utilidad de no ser útil para nada". (Chuang Tzu. Obra. Libro 1, capítulo IV).

Todo verdadero cambio de estado (y todo año que comienza es un nuevo estado, o ciclo, del Ser del Tiempo) se produce en la más completa oscuridad de las "tinieblas interiores", en la "noche oscura del alma". Francisco Ariza

(En el día de San Juan Evangelista, 27-12-2019).


viernes, 13 de diciembre de 2019

AL HILO DEL MITO DE PROCUSTO

Con estas palabras me sumo a los amigos que han dejado su reflexión en la anterior nota acerca del mito de Procusto. Está claro que los mitos lo dicen todo. No hay comportamiento humano que no esté descrito en los mitos, que tienen el apelativo de "ejemplares" porque constituyen patrones de pensamiento que arrojan luz sobre aquello que deberíamos aceptar para la realización de nuestra verdadera esencia, y asimismo sobre lo que deberíamos rechazar porque precisamente es lo que está negándola. Los mitos son certezas, o sea realidades de nuestro ser, que afloran por la comprensión de la enseñanza que transmiten, y que excluye todo tipo de moralismos y de “buenos” y “malos”. No hay “pecados” sino errores que hay que resolver, o “disolver”. Como símbolos que son, los mitos resuelven polarizaciones estériles por la conciliación de opuestos.

Centrándonos en este aspecto de la realización interior, el síndrome de Procusto es un verdadero problema para quienes están poseídos por él, pues de una "posesión" se trata: nada menos que del espíritu inquisitorial. No es casualidad en este sentido que los métodos de tortura que utilizaban los inquisidores clásicos son los que ya utilizaba Procusto: la sierra de cortar miembros y el estiramiento de los brazos y las piernas, el desgraciadamente famoso "potro", entre otros.

Hoy en día, afortunadamente, ya no se emplean esos métodos brutales, pero no por ello ese "espíritu" ha desaparecido. Como es consubstancial a la naturaleza humana “caída” pervive como una bacteria alimentada por el odio, el rencor y el desprecio más injustificados. La verdad es que hay algo de "mecánico", o de "robótico", en ese pensamiento uniformizador que niega al ser y la libertad. Pero en el fondo subyace un complejo, ya sea el de inferioridad (que no soporta el talento de otros porque saben que adolecen de él), o el de superioridad, que tampoco lo soportan porque son los únicos que creen poseerlo. También pueden darse ambos complejos en la misma persona. La falsa humildad y la soberbia son, respectivamente, sus señas de identidad.

Teseo, un héroe solar, no se anda por las ramas con Procusto: le aplica los mismos métodos que él utilizaba, porque como bien nos recuerda el refranero: "Quien siembra vientos, recoge tempestades". Francisco Ariza


miércoles, 11 de diciembre de 2019

EL MITO, Y EL SÍNDROME, DE PROCUSTO

Bien sabemos que los mitos constituyen una enseñanza que, a la luz de los arquetipos simbólicos, esclarece la multiplicidad de aspectos que reviste la psique o alma humana. Hemos encontrado en la página de un amigo de Facebook la definición de un mito no muy conocido, el mito de Procusto, del cual nos ha llamado la atención precisamente esa definición, designándola como el síndrome, o síntoma, de una anomalía. Leemos:

“ESTE SÍNDROME DEFINE A AQUELLOS QUE, AL VERSE SUPERADOS POR EL TALENTO DE OTROS, DECIDEN MENOSPRECIARLOS. INCLUSO DESHACERSE DE ELLOS. EL MIEDO LOS LLEVA A VIVIR EN UNA CONTINUA MEDIOCRIDAD, DONDE NO AVANZAN NI DEJAN QUE OTROS LO HAGAN”.

Estudiando este mito, nosotros añadiríamos que también incurren en ese síndrome personas con una exagerada estimación por ellos mismos, o sea narcisistas hasta la médula, que al ver que otros destacan más que ellos (por las razones que fuesen) reaccionan de una manera donde la ética, por ejemplo, brilla por su ausencia, naciendo en ellos el menosprecio más absoluto.

Quién no ha conocido alguna vez a personas así, incluso uno mismo puede haber sido una de ellas en un momento determinado, o sea un estúpido mediocre, o lleno de soberbia igualmente mediocre, preso de una energía que lo que hace es impedir el crecimiento interior, de él mismo y el de los demás. Pero afortunadamente siempre ha habido la mano o el consejo sabio de un amigo, o un hermano, o algo que se ha movido dentro de nosotros, esa “luz” que ilumina en la más profunda oscuridad, que nos ha advertido de ese “enemigo interno”, y lo ha rechazado de plano al advertir la trampa y el engaño. Gracias a Dios.


Teseo luchando contra Procusto

Veamos que nos dice el mito. Procusto, o Procustes, significa “el que estira”. Pero también recibe el nombre de Damaste, “el que encoge”, “el que avasalla” o “el que controla”, y asimismo Polipemón, “el que causa muchos males”. Esta entidad vivía en el Ática y era un posadero que con maneras muy suaves y amables invitaba a los viajeros a acostarse en una cama de hierro con unas determinadas medidas, de tal manera que si el cuerpo del viajero sobrepasaba dichas medidas, Procusto lo amordazaba a las cuatro esquinas y le serraba la cabeza y los pies hasta ajustarlo a ellas, o bien, si su cuerpo era más pequeño lo “estiraba” (de ahí su nombre) hasta descoyuntar sus extremidades. Utilizaba sobre todo el martillo e instrumentos de hierro, lo cual encuadra a Procusto dentro del simbolismo de las entidades herreras del inframundo, pero en un sentido completamente distinto al que por ejemplo tiene el dios Hefesto o los Cabirios, deidades ctónicas al servicio de los dioses olímpicos, y relacionadas con los misterios iniciáticos del fuego. Nada que ver con Procusto y semejantes.

La cuestión es que el viajero tenía que amoldarse a esas medidas, que en realidad no eran sino una metáfora del pensamiento uniformizador de Procusto, rasgo que por otro lado revela, pese a las apariencias, una “desmesura” en sus acciones. No en vano Procusto era de la raza de los “gigantes”, vestigios residuales de seres de otros ciclos anteriores al nuestro, y contra muchos de los cuales lucharon los héroes y dioses olímpicos. La Gigantomaquia ("Guerra de los Gigantes") habla de esas luchas entre estos y los dioses olímpicos.

Precisamente ese régimen de terror impuesto por Procusto acabó cuando uno de esos héroes, Teseo (el mismo que mató al Minotauro, otro ser monstruoso, aunque por otros motivos), le aplicó la misma medicina que él empleaba con los viajeros. Esta fue la última hazaña de Teseo, el cual "limpió" de esos seres inframundanos el camino que conducía a Eleusis, al centro sagrado.

Todas las inquisiciones (en el sentido negativo y más común de este término, y que no solo pertenecen al ámbito religioso o exotérico), han tenido y tienen ese afán por uniformizar el pensamiento, e incluso las conductas. Y utilizan análogas torturas a la de Procusto. Hay que librarse (liberarse) de ellas. Intentan controlarnos, avasallarnos, encogernos, estirarnos, causar muchos, muchos males, y utilizar todas las tretas posibles para que sucumbamos al “sueño del mundo larvario”. Son las “rémoras” o “dificultades” con que se encuentra todo aquel que ha decidido aventurarse en la búsqueda del Sí Mismo.

En efecto, para quienes transitan en la vía del Conocimiento o Gnosis, todo esto debe tomarse como “pruebas” que han de ser superadas por lo alto, es decir invocando a las Inteligencias que rigen nuestro verdadero destino, que tienen nombres y atributos, gracias a los cuales no solo podemos invocarlas sino reconocerlas en nosotros mismos. Si el “ángel mueve la estrella”, no es esta la que ha de ser el centro de nuestra atención y concentración, sino ese ángel, o dios, que la mueve con su espíritu. FranciscoAriza

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