MISCELÁNEA DE PENSAMIENTOS HERMÉTICOS. Francisco Ariza

viernes, 27 de octubre de 2017

EL BUEN Y EL MAL GOBIERNO

 Buen Gobierno. Ambrogio Lorenzetti. Sala de los Nueve. Palazzo Pubblico de Siena

Nos encontramos ante dos frescos que nos ilustran acerca del “Buen Gobierno” y del “Mal Gobierno”, y sus efectos sobre la polis, la ciudad, el país o cualquier forma de organización humana.


El autor, Ambrogio Lorenzetti, fue maestro de la Escuela de Siena en el siglo XIV. Estos frescos en realidad exponen una “Filosofía Política” enraizada en el pensamiento de Platón y en sus discípulos a lo largo de la historia, entre ellos los cristianos que se inspiran en dicho pensamiento (incluidos los aristotélicos como Tomás de Aquino), uno de los cuales es Dante, en cuya concepción del gobierno de la polis se inspira precisamente este pintor y humanista, extendiéndose al Renacimiento y otorgando vigor a las ideas fundacionales de la sociedad contemporánea.


Imbuido por las leyes del Equilibrio el “Buen Gobierno", cualquiera sea la forma que adopte, está inspirado en principios emanados de virtudes tales como la Justicia, la Templanza, la Fortaleza, la Magnanimidad, la Prudencia, la Paz y la Caridad. El objetivo principal del buen gobierno es conquistar la Armonía y la Concordia para los ciudadanos, aquellos que conviven en la ciudad, o el país y conforman su tejido social, de donde la palabra “sociable”.


El Mal Gobierno

La Tiranía rige el “Mal Gobierno”, guiado por la Avaricia, la Soberbia y la Arrogancia, que dan lugar, entre otros aspectos siniestros, al egoísmo, al embrutecimiento, al miedo y la división entre esos mismos ciudadanos, es decir a la ruptura interna del tejido que conforma la idea misma de ciudad. La Tiranía está representada por una especie de vampiro, a cuyos pies está encadenada la Justicia.


Sobre los resultados del buen gobierno se lee en un letrero sostenido por una figura alada que representa la Seguridad:


Sin miedo, cada persona puede transitar libremente; cada quien puede labrar y cultivar, dado que en esta comunidad se mantiene la seguridad, que despoja el mal de todo poder”.


Sobre los resultados del mal gobierno puede leerse en otro letrero sostenido por la figura del Miedo:


Debido a que cada uno busca su propio bien, en esta ciudad la Justicia está sujeta a la tiranía; en esta ciudad nadie pasa por ningún camino sin temer por su vida, pues hay asaltos fuera y dentro de las puertas de la ciudad”.


Desde luego estos frescos son para meditar en estos tiempos que corremos y que algunos llaman “históricos”. En realidad señalan un momento del ciclo de la humanidad donde las “hordas de Gog y Magog”, las fuerzas de la disolución, han asaltado el gobierno de la ciudad, ensombreciendo el paisaje de sus calles y las almas de sus habitantes. Nos jugamos nuestra civilización, o los restos que quedan de ella, pero que todavía palpitan en el corazón de los hombres y mujeres “de buena voluntad”. Poca broma. Que no sintamos vergüenza de nosotros mismos. Francisco Ariza 


martes, 3 de octubre de 2017

LA UNIDAD Y EL GOBIERNO DE LA "CIVITAS"


La idea de la Unidad no sólo pertenece al ámbito de la metafísica, que es el más elevado, sino que está presente en todo cuanto existe, incluido naturalmente el “gobierno de la ciudad”, que es lo que significa el noble arte de la política. De la “polis”, o la “civitas, nace precisamente la civilización.

La idea de la Unidad es por tanto arquetípica. Es la que legitima cualquier ley humana, pues es también el principio que “armoniza” las partes de un Todo, sea éste el cosmos, la civilización, la ciudad, o cualquier organismo vivo. La parte refleja al Todo al que pertenece, como la multiplicidad refleja a la Unidad, como bien lo expresa la llamada “proporción áurea” en el simbolismo geométrico.

La idea de la Política, con mayúsculas, también deriva de ese principio de Unidad. En el centro de la polis antigua estaba el sabio recordando a sus conciudadanos que las leyes que articulaban su civilización derivaban de ese principio, inmutable y atemporal. Ese principio de Unidad debía ser preservado en todos los cambios acaecidos en el devenir temporal, cambios motivados por las circunstancias cíclicas, a las que debían adaptarse las leyes que gobernaban la ciudad, o la civilización.

La “permanencia” de ese principio en el tiempo es un reflejo de lo que Dante llamaba el “perfecto orden divino”, que no es otro que la Cosmogonía, el Orden cósmico. Con esa continuidad de lo esencial se evitaba que su mundo sucumbiera en el caos y la desintegración. La presencia de las ideas metafísicas en la sucesión temporal se manifiesta a través del Dharma, la “Ley cósmica”.

Dante, uno de los padres espirituales de Europa, sabía de la gravedad de la época en que le tocó vivir, una época de transición donde estaba en juego el destino de Occidente y el sentido superior de su civilización. También nuestra época tiene ciertos paralelismos con la de Dante, pues ahora igualmente está en juego el destino de nuestra civilización y de nuestra cultura, si bien, y por razones cíclicas, lo que está en juego realmente son los destinos de la humanidad entera.

El célebre historiador inglés Arnold Toynbee decía que muchas veces la caída de las civilizaciones se producía cuando la cultura -y la política que es inseparable de ella añadimos nosotros-, tomaba las formas más inferiores y groseras al dejar de estar el gobierno en manos de los más sabios y pasar a manos de los más ignorantes (que lo son precisamente por olvidar los principios a los que aludimos, aunque a veces estén doctorados en las universidades más prestigiosas, por decir algo), y por tanto los más peligrosos. Francisco Ariza 

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