MISCELÁNEA DE PENSAMIENTOS HERMÉTICOS. Francisco Ariza

lunes, 18 de mayo de 2020

ANOTACIÓN SOBRE EL SER Y EL NO-SER


El Ser es un punto en la inmensidad del No-Ser

A raíz del escrito sobre el Infinito metafísico varios amig@s han compartido sus impresiones sobre determinadas cuestiones que allí tratamos, como por ejemplo las relaciones entre el Ser y el No-Ser, al que, como señalamos, no deberíamos confundir con la “nada”, que es la negación pura y simple. De la nada, nada puede ser creado, por eso la creación “ex-nihilo” es un absurdo, pues no existe nada en el universo que pueda carecer de un principio.

El No-Ser no niega al Ser, y por tanto tampoco a la existencia, a cualquier tipo de existencia, que siempre emana del Ser, pues este es su principio. La doctrina metafísica nos enseña que el Ser es el No-Ser afirmado (como la Unidad es el Cero afirmado), lo cual significa que el Ser mismo “nace” del No-Ser, por lo tanto diríamos que el No-Ser es el principio del Ser, existiendo un vínculo entre ambos, y un vínculo claramente jerárquico, pues el Ser es un punto en la inmensidad del No-Ser, teniendo en cuenta que lo espacial sirve aquí de explicación puramente simbólica.

Esto lo explica muy bien la Cábala (y más concretamente el Zohar) cuando al mencionar el significado de la letra “Iod”,, que es la primera del Tetragrama Iod-He-Vau-He puesto en relación con los cuatro planos y las diez sefiroth del Árbol de la Vida, nos dice que dicha letra se corresponde con las dos primeras sefiroth, Kether y Hokmah, la “Corona” y la “Sabiduría” respectivamente. Pero añade que a Kether (que es el Ser) solo le corresponde la punta superior de la letra, mientras que el resto de la misma pertenece a Hokmah, la Sabiduría. Pues bien, esa parte superior, dice el Zohar está enraizada en Ain, literalmente “Nada”, pero en el sentido del No-Ser. O sea que la raíz del Ser se “nutre” del No-Ser, y esto significa que la propia existencia del Ser tiene sentido a partir de lo no-manifestado. Si el Ser “envuelve” a toda la existencia como una emanación de él mismo, el No-Ser “envuelve” al Ser, y el Infinito metafísico a ambos, con lo cual este, a pesar de que se exprese con un término negativo (Infinito = “No finito”), sin embargo constituye en verdad la más absoluta y plena afirmación que se pueda concebir, puesto que lo contiene Todo sin distinción de ninguna clase, en la plenitud de su Suprema Identidad.

II
Creer que existen estados no manifestados y que jamás se manifestarán, choca inevitablemente con nuestra mentalidad actual, que no ha sido educada en la enseñanza metafísica, ni tan solo en una forma de encarar la filosofía como una predisposición hacia el conocimiento metafísico (que sí está en la filosofía de Platón, de Proclo, de Dionisio Areopagita, de Nicolás de Cusa y otros filósofos neoplatónicos y herméticos), y que por tanto es incapaz no solo de concebir sino de pensar siquiera que puedan haber estados más allá del Ser y sus emanaciones existenciales. Para empezar, sería una manera de negar la idea del Infinito metafísico, o de la Posibilidad Universal, así llamada porque ella contiene tanto las posibilidades de manifestación (que estarían condicionadas por el hecho de su propia manifestación) como las posibilidades de no manifestación, que no están sujetas a condicionamiento alguno.

Por eso mismo, cualquier ser considerado en su totalidad, es decir en cuerpo, alma y espíritu, comprende tanto los estados de manifestación como los estados de no-manifestación.[1] Y así como el Ser universal (Kether) tiene su principio en el No-Ser (Ain), los estados manifestados de ese mismo Ser, el ser humano por ejemplo, tienen su principio metafísico en un estado no manifestado, de ahí que sea dicho estado el que asegure a ese ser su permanencia y su verdadera identidad. Dice a este respecto René Guénon que si un ser cualquiera solo fuese considerado en su estado manifestado sin referirlo a su principio inmanifestado, dicha permanencia e identidad no serían sino ilusorias,

“puesto que el dominio de la manifestación es propiamente el dominio de lo transitorio y de lo múltiple, lo que implica modificaciones continuas e indefinidas”.[2]

El solo pensamiento de que nuestra conciencia puede albergar estados que no están manifestados y que nunca se manifestarán como tales, puede abrirnos perspectivas realmente nuevas en nuestra vida. Por de pronto relativizaremos muchas de las cosas a las que dábamos una importancia absoluta. Pero sobre todo nos sobrecogeremos ante la sola idea de un Misterio insondable, cuya ausencia en la manifestación no lo hace menos majestuoso, menos “presente” paradójicamente. 

Muchas veces ese Misterio puede producir temor, pero ese es en realidad el “temor de Dios” de que se habla en los textos sapienciales, que bien entendido es el profundo respeto que sentimos hacia lo sagrado, aun sin saberlo. Otras veces ese temor es simplemente la resistencia de una parte de nosotros a aceptar esa realidad inasible, pero es todo lo contrario a lo que nos imaginamos, pues si lo meditamos bien, en ella, en su no condicionamiento, encontraremos la esperanza de nuestra propia liberación, que en definitiva no será sino una absorción plenamente consciente en nuestro Origen Increado. Francisco Ariza





[1] Estos últimos se conciben a través de la “intuición intelectual”, que es un “órgano” que solo posee el Espíritu, y únicamente puede ser “despertado” bajo su influencia, siendo esta en realidad toda la labor del “trabajo iniciático” propiamente dicho.
[2] Los estados múltiples del Ser, cap. III.

miércoles, 13 de mayo de 2020

SOBRE EL INFINITO METAFÍSICO


El Infinito, concepto metafísico que no hay que confundir con lo “indefinido”, que como su palabra indica es lo “no definido”, no puede ser abarcado ni por las criaturas que habitan en la Tierra ni por las que habitan en el Cielo. Lo Infinito, idéntico a lo Ilimitado, no está sometido a las condiciones de espacio y tiempo ni de cualquier otro tipo impuestas por la manifestación en cualquiera de sus planos o niveles, que en la Cábala están designados con los nombres de Assiyah (mundo corporal), Yetsirah (alma inferior) y Beriyah (alma superior). Tampoco el Infinito cabría en el plano más alto de la manifestación, que es el dominio de la Triunidad de los principios ontológicos, referidos al Ser (Atsiluth), con la única salvedad de que este, el Ser, siendo el Principio de la manifestación es en sí mismo increado, y en este sentido no estaría condicionado por esa manifestación, que emana de él.
Recogiendo un legado intelectual que se remonta a los orígenes de la Filosofía, los sabios y hermetistas medievales hasta Nicolás de Cusa, dejaron escrito que: “Dios es una esfera inteligible, cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna”.
En realidad esta es una idea que, expuesta de diferente manera, está presente en todas las doctrinas tradicionales, ya sean de Occidente o de Oriente, lo que sucede es que tal y como la formulamos aquí pertenece al lenguaje de la filosofía occidental, que no es el que empleaba Salomón, el rey-poeta, autor entre otros del libro de la Sabiduría y el Cantar de los Cantares. Salomón es heredero de una tradición que basa su concepción del mundo en una metafísica del lenguaje centrada en el conocimiento del Nombre inefable de Dios, que sólo se revela a través de sus atributos creacionales, simbolizados por letras, nombres y números que, entretejidos entre sí, escriben perennemente el Libro de la Vida. Sin embargo, en las siguientes palabras podemos encontrar esa misma idea de lo Ilimitado, a saber: que Dios, o el Ser en tanto que principio de todas las cosas manifestadas, no puede estar contenido en los límites de la Creación, de ahí que su circunferencia no está en ninguna parte de Él mismo:
Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (I Reyes, 8, 27).
Esa casa es evidentemente el Templo de Jerusalén, construido durante su reinado con las "medidas" simbólicas del Cosmos.
En efecto, Dios no está limitado por ninguna criatura, pero está en cada una de ellas pues sin él no existirían. La trascendencia metafísica de Dios no se contradice con su inmanencia en la Creación. El No-Ser contiene al Ser en la totalidad de sus posibilidades existenciales, pero el No-Ser es un punto, un germen, en el corazón del Ser. ¿Puede el pensamiento racional comprender lo que esto significa? Es obvio que no, y sin embargo, al concebirlo mentalmente de algún modo habremos dado un paso importante para atravesar esas “grandes aguas” que son el Mundo Intermediario o Alma del Mundo (o sea Yetsirah y Beriyah), más allá del cual se encuentra el Mundo Arquetípico (Atsiluth), el dominio del Ser Universal, o de la Triunidad de los principios ontológicos. 
Las personas que toman a las ideas metafísicas como parte esencial de su realización interior saben que el conocimiento de la Cosmogonía no es el fin de esa realización, sino el medio o el vehículo que les puede conducir al conocimiento de su autor: el Ser, también llamado Gran Arquitecto del Universo. Pero, como dijimos antes, el Ser en Sí Mismo, en su Esencia, es inefable e incognoscible para el ser individual, o dicho de otra manera: el conocimiento que podamos tener de Él se limitará tan solo a los atributos con que se manifiesta, incluida la Triunidad ontológica, pero jamás a su Esencia inmanifestada, la que pertenece enteramente al dominio del No-Ser.
El término de No-Ser pertenece a la metafísica taoísta, si bien tiene su análogo en el Ain de la Cábala, término que se traduce por “Nada”, entendiendo nada no en el sentido corriente del término, sino como lo inefable, sobre lo cual nada puede decirse a través del lenguaje o de cualquier otro medio o representación simbólica. Es significativo que en hebreo la palabra Ain (Nada) tenga las mismas letras que Ani (Yo, en el sentido de Ser) pero dispuestas de otra manera.
En nuestro estudio Las Corrientes Hispánicas de la Cábala[1] señalamos a este respecto que:
“Ain, el Dios incognoscible y trascendente se revela en Ani (Yo), que es el Ser Universal, o Dios como inmanencia creadora. Para Azriel [cabalista medieval de la escuela de Gerona], Dios es considerado como el Infinito impersonal (Ain), y el Infinito personificado (Ani), que es propiamente el principio de la Creación. Esta idea está ya presente en el Sefer Yetsirah (“Libro de las Formaciones” atribuido míticamente a Abraham)), la obra fundacional de la Cábala, en donde se dice: “Él hizo de su nada su ser, y no ha dicho: él hizo el ser de nada. Esto nos enseña que la nada es el ser y que el ser es la nada”.
II
Ambos, Ain y Ani, lo que “No es” y el “Ser”, conformarían el Ain Sof (o En Sof), literalmente “Sin Límites”, o sea el Infinito propiamente dicho. Por tanto, el Infinito es al mismo tiempo Ser y No-Ser, sonido y silencio, lleno y vacío, manifestado y no-manifestado, inmanente y trascendente, y es en este sentido y porque contiene y abarca tanto a lo uno como a lo otro, que la idea de Infinito es idéntica a la No-Dualidad, o Suprema Identidad. Por consiguiente, la noción del Infinito es la más completa de todas las Ideas metafísicas, y la única que puede hacernos auténticamente libres de todo condicionamiento. 

San Juan, en su Evangelio, recogiendo las palabras de quien dijo de sí mismo: "Yo soy el Alfa y el Omega, principio y fin" (expresión que conviene perfectamente a la naturaleza del Ser universal) dejó escrito que: "La Verdad os hará Libres", y la Verdad se identifica con la propia Idea del Infinito metafísico, tal y como se dice en una de las enunciaciones fundamentales del Vêdânta: "Brahma es la Verdad, el Conocimiento, el Infinito".[2]  
A propósito de esto, René Guénon, en el cap. XXXII de Iniciación y Realización Espiritual, recoge las siguientes palabras de Ananda Coomaraswamy, que hacen referencia a lo que estamos diciendo:
"Es preciso haber pasado más allá de lo manifestado (lo cual está representado por el paso ‘más allá del Sol’) para alcanzar lo no-manifestado (la ‘oscuridad’ entendida en su sentido superior), pero el fin último está todavía más allá de lo no-manifestado; el término de la vía no se alcanza en tanto que Atmâ no sea conocido a la vez como manifestado y no-manifestado"; para llegar a él [añade Guénon] se debe entonces pasar aún ‘más allá de la oscuridad’, o, como expresan algunos textos, ‘ver la otra faz de la oscuridad’. De otro modo, Atmâ puede ‘brillar’ en sí mismo, pero no ‘irradia’; es idéntico a Brahma,[3] pero en una sola naturaleza, no en la doble naturaleza comprendida en Su única esencia”.
Evocando esa “única esencia”, que es el Infinito, el sabio taoísta Tchoang-tseu, dejó escritas las siguientes palabras, en las que reconocemos pasajes que evocan la "docta ignorancia" de Nicolás de Cusa, de la que Federico González ha dicho que representa el más alto grado de Conocimiento:
«El Infinito ha dicho: yo no conozco el Principio; esta respuesta es profunda; la Inacción ha dicho: yo conozco el Principio; esta respuesta es superficial. El Infinito ha tenido razón al decir que no sabía nada de la esencia del Principio. La Inacción ha podido decir que Le conocía, en cuanto a Sus manifestaciones exteriores… No conocer-Le, es conocer-Le (en Su esencia); conocer-Le (en sus manifestaciones), es no conocer-Le (tal cual es en realidad). ¿Pero cómo comprender eso, que es no conociendo-Le como se Le conoce? — He aquí como dice el Estado Primordial. El Principio no puede ser entendido; lo que se entiende, no es Él. El Principio no puede ser visto; lo que se ve, no es Él. El Principio no puede ser enunciado; lo que se enuncia, no es Él… El Principio, no pudiendo ser imaginado, tampoco puede ser descrito. El que hace preguntas sobre el Principio, y el que las responde, ambos muestran que ignoran lo que es el Principio. Del Principio, no se puede preguntar ni responder lo que Él es» (Tchoang-tseu, XXII; traducción del Padre Wieger). 
Francisco Ariza 
https://www.franciscoariza.com/




[1] Cuadernos de la Gnosis Nº2 (Symbolos, 1993).

[2] René Guénon: Los Estados Múltiples del Ser, cap. XVI.

[3] Guénon se refiere al Supremo o Incondicionado Brahma (Brahma nirguna), no a Brahma saguna, el dios creador, integrante de la Trimurti hindú junto a Visnú y Shiva.


Tchoang-tseu