MISCELÁNEA DE PENSAMIENTOS HERMÉTICOS. Francisco Ariza

martes, 28 de noviembre de 2017

OTRO ZARPAZO DE LA CONTRA-TRADICIÓN

La masacre provocada por los terroristas del Daesh entre los sufís de Egipto el pasado viernes 24 de Noviembre pone en evidencia, una vez más, hasta qué punto estamos frente a uno de los brazos ejecutores del Adversario, en el sentido evangélico y coránico de este término, o sea de todo aquello que está “en contra” o se "opone" al Espíritu. Aunque habría que decir que oponerse al Espíritu es la mayor de las ilusiones y demuestra una total ignorancia de la auténtica espiritualidad, que siempre estará vedada al "príncipe de la mentira". El Espíritu es la Unidad, y desde luego si hubiera otra semejante a ella entonces ya no sería la Unidad, que está por encima de todas las oposiciones y dualidades posibles. “El Ser Es el Ser” es el principio de la Ontología, puerta que nos abre a la No Dualidad y a la Identidad Suprema.

El Adversario “imita”, pero de forma invertida, la acción del Espíritu. Por eso mismo es dentro de las religiones y las tradiciones en decadencia donde encontramos a sus más fervorosos acólitos, aquellos a los que René Guénon ha denominado con toda propiedad la “contra-tradición”, cuyo fin no es otro que crear la “parodia” de una verdadera tradición. Está claro que el "Califato" del Daesh personifica esa parodia invertida.

El Daesh, como Al-Qaeda y otras ramificaciones semejantes alimentadas ideológicamente por esas formas degradadas del Islam como son el salafismo y el wahabismo, son las expresiones de la contra-tradición dentro del mundo islámico.

Acerca del wahabismo Guénon afirmaba en una carta fechada en marzo de 1936 que: "Hay que desconfiar mucho de las opiniones de los Wahabitas, que son adversarios declarados de todo lo que es de orden esotérico", y por tanto iniciático, añadimos nosotros.

La contra-tradición es una fuerza muy activa en la disolución cíclica de la presente humanidad, y conviene recordar que la mayor habilidad del Adversario es precisamente la de hacernos creer que no existe, cuando en verdad hoy en día campa por donde quiere. Aviso para navegantes internautas.

El Daesh destruye todo lo que cae en sus manos: asesinan tanto a musulmanes como a cristianos o de cualquier otra religión, etnia o cultura. Su fuerza destructiva no tiene parangón con nada desde los tiempos del nazismo, con el que se le ha comparado. De hecho, el surgimiento del nazismo (y de su coetáneo el comunismo soviético) se debió fundamentalmente a la debilidad de la civilización cristiana occidental, una debilidad que era fruto de su decadencia, muy acentuada ya a comienzos del siglo XX. Recordemos que el nazismo se ensañó especialmente con el pueblo judío, cuya tradición por cierto tanto tiene en común con el Cristianismo y el Islam, todos ellas salidas del patriarca Abraham.

Pero este atentado del Daesh, además de crear el terror, tiene como finalidad acabar con aquellas organizaciones que dentro del mundo musulman todavía conservan la esencia metafísica del Islam, como es el caso precisamente del sufismo. El Daesh busca acabar primero con el soporte humano que mantiene vivo el núcleo metafísico de la doctrina (ella misma indestructible por su naturaleza supra-humana y supracósmica), que es la que “vivifica” al exoterismo religioso (así fue al menos en otros tiempos más lejanos), para posteriormente destruir a este último imponiendo finalmente la parodia de su “Califato”, que es la negación misma de la civilización islámica, y en el fondo de la idea misma de civilización.

No nos engañemos, el Daesh y sus semejantes combaten contra toda la humanidad, como lo estamos comprobando en Europa, América, Asia, África y Oceanía. Su intención última es imponer a sangre y fuego esa parodia al mundo entero. Otra ilusión más, pero así actúan las energías del inframundo, cegadas a todo tipo de luz que venga de la Inteligencia.

Asimismo, la propia denominación de “yihaddismo” que se atribuyen estos terroristas es una perversión del lenguaje y del significado simbólico que tiene ese término en la propia tradición árabe. Yihad se refiere por un lado a la “pequeña guerra santa”, y por otro a la “Gran Guerra Santa”. Ni una ni otra practican estos falsarios.

Podría parecer que practicaran la primera, pero nunca el terror por el terror y la destrucción física y moral engendrada por el nihilismo asesino del Daesh pueden ser homologados a una guerra de conquista como las llevadas a cabo por el Islam en determinados momentos de su historia. Y desde luego nada tiene que ver este siniestro “yihaddismo” con la “Gran Guerra Santa”, que es el combate contra los propios “enemigos internos” que realiza el ser humano en vías de Conocimiento. Es la guerra interna del que practica verdaderamente la “doctrina de la Unidad” y la Identidad Metafísica. Como decía Petrarca refiriéndose a esto mismo: "La guerra en el alma, y en la boca la paz".

Alá es ante todo Clemente y Misericordioso, y la acción del Daesh es la negación absoluta de ese Nombre divino y de la misma Unidad metafísica de la que emana.
Francisco Ariza

https://franciscoariza.blogspot.com/

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