MISCELÁNEA DE PENSAMIENTOS HERMÉTICOS. Francisco Ariza

miércoles, 11 de diciembre de 2019

EL MITO, Y EL SÍNDROME, DE PROCUSTO

Bien sabemos que los mitos constituyen una enseñanza que, a la luz de los arquetipos simbólicos, esclarece la multiplicidad de aspectos que reviste la psique o alma humana. Hemos encontrado en la página de un amigo de Facebook la definición de un mito no muy conocido, el mito de Procusto, del cual nos ha llamado la atención precisamente esa definición, designándola como el síndrome, o síntoma, de una anomalía. Leemos:

“ESTE SÍNDROME DEFINE A AQUELLOS QUE, AL VERSE SUPERADOS POR EL TALENTO DE OTROS, DECIDEN MENOSPRECIARLOS. INCLUSO DESHACERSE DE ELLOS. EL MIEDO LOS LLEVA A VIVIR EN UNA CONTINUA MEDIOCRIDAD, DONDE NO AVANZAN NI DEJAN QUE OTROS LO HAGAN”.

Estudiando este mito, nosotros añadiríamos que también incurren en ese síndrome personas con una exagerada estimación por ellos mismos, o sea narcisistas hasta la médula, que al ver que otros destacan más que ellos (por las razones que fuesen) reaccionan de una manera donde la ética, por ejemplo, brilla por su ausencia, naciendo en ellos el menosprecio más absoluto.

Quién no ha conocido alguna vez a personas así, incluso uno mismo puede haber sido una de ellas en un momento determinado, o sea un estúpido mediocre, o lleno de soberbia igualmente mediocre, preso de una energía que lo que hace es impedir el crecimiento interior, de él mismo y el de los demás. Pero afortunadamente siempre ha habido la mano o el consejo sabio de un amigo, o un hermano, o algo que se ha movido dentro de nosotros, esa “luz” que ilumina en la más profunda oscuridad, que nos ha advertido de ese “enemigo interno”, y lo ha rechazado de plano al advertir la trampa y el engaño. Gracias a Dios.


Teseo luchando contra Procusto

Veamos que nos dice el mito. Procusto, o Procustes, significa “el que estira”. Pero también recibe el nombre de Damaste, “el que encoge”, “el que avasalla” o “el que controla”, y asimismo Polipemón, “el que causa muchos males”. Esta entidad vivía en el Ática y era un posadero que con maneras muy suaves y amables invitaba a los viajeros a acostarse en una cama de hierro con unas determinadas medidas, de tal manera que si el cuerpo del viajero sobrepasaba dichas medidas, Procusto lo amordazaba a las cuatro esquinas y le serraba la cabeza y los pies hasta ajustarlo a ellas, o bien, si su cuerpo era más pequeño lo “estiraba” (de ahí su nombre) hasta descoyuntar sus extremidades. Utilizaba sobre todo el martillo e instrumentos de hierro, lo cual encuadra a Procusto dentro del simbolismo de las entidades herreras del inframundo, pero en un sentido completamente distinto al que por ejemplo tiene el dios Hefesto o los Cabirios, deidades ctónicas al servicio de los dioses olímpicos, y relacionadas con los misterios iniciáticos del fuego. Nada que ver con Procusto y semejantes.

La cuestión es que el viajero tenía que amoldarse a esas medidas, que en realidad no eran sino una metáfora del pensamiento uniformizador de Procusto, rasgo que por otro lado revela, pese a las apariencias, una “desmesura” en sus acciones. No en vano Procusto era de la raza de los “gigantes”, vestigios residuales de seres de otros ciclos anteriores al nuestro, y contra muchos de los cuales lucharon los héroes y dioses olímpicos. La Gigantomaquia ("Guerra de los Gigantes") habla de esas luchas entre estos y los dioses olímpicos.

Precisamente ese régimen de terror impuesto por Procusto acabó cuando uno de esos héroes, Teseo (el mismo que mató al Minotauro, otro ser monstruoso, aunque por otros motivos), le aplicó la misma medicina que él empleaba con los viajeros. Esta fue la última hazaña de Teseo, el cual "limpió" de esos seres inframundanos el camino que conducía a Eleusis, al centro sagrado.

Todas las inquisiciones (en el sentido negativo y más común de este término, y que no solo pertenecen al ámbito religioso o exotérico), han tenido y tienen ese afán por uniformizar el pensamiento, e incluso las conductas. Y utilizan análogas torturas a la de Procusto. Hay que librarse (liberarse) de ellas. Intentan controlarnos, avasallarnos, encogernos, estirarnos, causar muchos, muchos males, y utilizar todas las tretas posibles para que sucumbamos al “sueño del mundo larvario”. Son las “rémoras” o “dificultades” con que se encuentra todo aquel que ha decidido aventurarse en la búsqueda del Sí Mismo.

En efecto, para quienes transitan en la vía del Conocimiento o Gnosis, todo esto debe tomarse como “pruebas” que han de ser superadas por lo alto, es decir invocando a las Inteligencias que rigen nuestro verdadero destino, que tienen nombres y atributos, gracias a los cuales no solo podemos invocarlas sino reconocerlas en nosotros mismos. Si el “ángel mueve la estrella”, no es esta la que ha de ser el centro de nuestra atención y concentración, sino ese ángel, o dios, que la mueve con su espíritu. FranciscoAriza

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