Cuando a veces hablamos de la pasión o amor hacia la
Sabiduría como una premisa para acometer su búsqueda, pensamos en una máxima de
la Masonería que dice: “Puesto que es así, despidámoslos en la libertad, el
fervor y la alegría”. Con ello nos referimos al hecho de que el trabajo
masónico ha de realizarse mediante un estado de espíritu en donde la idea de la
libertad es el primer requisito, pues nada realmente constructivo puede
llevarse a cabo si faltara aquello que, en su grado más elevado, es en realidad
el fin de todo el proceso de Conocimiento, tal y como evocan estas palabras del
Evangelio de San Juan, patrón de la Masonería: “La Verdad os hará libres”.
Pero a continuación ese trabajo debe ejercerse con
jovialidad (o sea invocando la energía de Jove, Júpiter), con fervor y
alegría; o mejor dicho: que ese fervor y esa alegría es el resultado del propio
trabajo masónico, de ahí que también se diga que “los obreros están contentos y
satisfechos”, pues ciertamente éstos trabajan en lo único que realmente más les
importa: en conocer la Cosmogonía y vivir de acuerdo a ello, en la seguridad de
que el símbolo es el vehículo por excelencia para la transmutación de la
“piedra bruta”. Reparemos, en este sentido, que una de las etimologías de
alegría la vincula con la palabra “aligerar”, o sea quitarse de encima un fardo
pesado (por ejemplo el “hombre viejo”), o una pena que nos aflige y oprime.
Puede resultar extraño asociar el trabajo con lo
liviano, pero es que ese es el resultado del trabajo con los símbolos cuando
estos se toman precisamente como vehículos y soportes de la Enseñanza
iniciática. A los símbolos, sean o no masónicos, hay que estimularlos con
nuestro indecible “amor a la Sabiduría”, y a la Inteligencia que se oculta en
ellos, para que la esencia de su contenido se nos revele y podamos, bajo la luz
de esa revelación, desarrollar todas nuestras cualidades y se opere en
nosotros el Conocimiento.
“Mi yugo es liviano”, podemos leer en los Evangelios.
O sea, vivir nuestra vida como lo que es en realidad: como un rito, palabra que
tanto significa “orden” como “arte”. No hacer “como que hacemos el rito”,
derivando en lo “pomposo” y “ceremonioso”. Nada que ver. Finalmente todo
consiste en vivir nuestra vida como un arte: el “Arte de vivir”, que es el
verdadero “Arte Real”. Francisco Ariza
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