MISCELÁNEA DE PENSAMIENTOS HERMÉTICOS. Francisco Ariza

miércoles, 14 de marzo de 2018

ALEGRÍA


Cuando a veces hablamos de la pasión o amor hacia la Sabiduría como una premisa para acometer su búsqueda, pensamos en una máxima de la Masonería que dice: “Puesto que es así, despidámoslos en la libertad, el fervor y la alegría”. Con ello nos referimos al hecho de que el trabajo masónico ha de realizarse mediante un estado de espíritu en donde la idea de la libertad es el primer requisito, pues nada realmente constructivo puede llevarse a cabo si faltara aquello que, en su grado más elevado, es en realidad el fin de todo el proceso de Conocimiento, tal y como evocan estas palabras del Evangelio de San Juan, patrón de la Masonería: “La Verdad os hará libres”.

Pero a continuación ese trabajo debe ejercerse con jovialidad (o sea invocando la energía de Jove, Júpiter), con fervor y alegría; o mejor dicho: que ese fervor y esa alegría es el resultado del propio trabajo masónico, de ahí que también se diga que “los obreros están contentos y satisfechos”, pues ciertamente éstos trabajan en lo único que realmente más les importa: en conocer la Cosmogonía y vivir de acuerdo a ello, en la seguridad de que el símbolo es el vehículo por excelencia para la transmutación de la “piedra bruta”. Reparemos, en este sentido, que una de las etimologías de alegría la vincula con la palabra “aligerar”, o sea quitarse de encima un fardo pesado (por ejemplo el “hombre viejo”), o una pena que nos aflige y oprime.

Puede resultar extraño asociar el trabajo con lo liviano, pero es que ese es el resultado del trabajo con los símbolos cuando estos se toman precisamente como vehículos y soportes de la Enseñanza iniciática. A los símbolos, sean o no masónicos, hay que estimularlos con nuestro indecible “amor a la Sabiduría”, y a la Inteligencia que se oculta en ellos, para que la esencia de su contenido se nos revele y podamos, bajo la luz de esa revelación, desarrollar todas nuestras cualidades y se opere en nosotros el Conocimiento.

“Mi yugo es liviano”, podemos leer en los Evangelios. O sea, vivir nuestra vida como lo que es en realidad: como un rito, palabra que tanto significa “orden” como “arte”. No hacer “como que hacemos el rito”, derivando en lo “pomposo” y “ceremonioso”. Nada que ver. Finalmente todo consiste en vivir nuestra vida como un arte: el “Arte de vivir”, que es el verdadero “Arte Real”. Francisco Ariza

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