MISCELÁNEA DE PENSAMIENTOS HERMÉTICOS. Francisco Ariza

domingo, 18 de agosto de 2019

CARENCIAS Y LIMITACIONES DE LA "ESTÉTICA"


La palabra “estética” viene de un término griego que quiere decir “sentir”, o “sensación”, por lo que está relacionada con todo aquello que tiene que ver con el “sentimiento” o lo “sensible”, especialmente en el terreno del arte, si bien se acabará extendiendo a todas las facetas de la vida del hombre contemporáneo. El primero que usó esta palabra fue el filósofo alemán Alejandro Baumgarten en el siglo XVIII, quien influido por el pensamiento de Descartes separó el elemento inteligible y metafísico de una obra de arte (así sea una pintura, una escultura, una arquitectura, etc.) de su elemento sensitivo y emocional, elementos ambos que siempre formaron parte de un todo, que era la idea de Belleza expresada en dicha obra.

Sus discípulos llevaron al extremo este concepto, creándose posteriormente una dualidad entre la apariencia exterior y el significado interior, entre la forma y el fondo; o sea se eliminó el aspecto simbólico que necesariamente tiene el elemento exterior y formal de una obra, el cual actúa de vehículo intermediario entre ese exterior y el interior, entre la cáscara y el núcleo, dicho en otros términos. De ahí se derivó una “teoría del conocimiento” que delimitaba este a las apariencias de las cosas (el conocimiento de lo sensible), y a las impresiones que estas producen en la psique, y que son totalmente subjetivas, sin tener en cuenta el espíritu interior, la verdadera causa de la obra de arte, o mejor hecha “con” arte, pues este no es propiedad de nadie, sino una cualidad que nace con el hombre y que se desarrolla mediante una instrucción basada en el verdadero conocimiento. En definitiva, se creó una ruptura entre la obra y el espíritu que la genera.

¿No es esto, en el fondo, lo que pasa hoy en día con todo? ¿Acaso no vivimos en un estado de constante ruptura y disgregación debido a que hemos creado una dualidad irreductible entre el “ser” y el “estar, entre “lo que soy” y “lo que hago”, al perderse el vínculo que unía a ambos en una relación de armonía? Hemos de recordar que la verdadera obra de arte es lo que cada uno puede hacer consigo mismo.

Las siguientes palabras de J. L. Borges expresan precisamente esa ruptura entre lo inteligible y lo sensitivo, la cual produce la sensación de que ciertas cosas y hechos contienen un lenguaje que quiere manifestarse ante nosotros, pero que nunca llega a hacerlo porque hay una clave que hemos perdido, si bien nunca hay que perder la esperanza de que la podamos recuperar:

"La música, los estados felices, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación que no se produce es, quizás, el hecho estético".

Estas palabras de Borges son recogidas por Federico González en El Simbolismo Precolombino (capítulo XVII), las cuales le sirven para hablar precisamente de la insuficiencia y limitaciones del “hecho estético”, incapaz por sí solo de captar la verdadera naturaleza de la obra de arte, captación que en todo caso, dice Federico, vendría por el carácter “evocativo” y simbólico de dicha obra. Por otro lado, esas mismas palabras también se pueden tomar como definitorias de lo que les sucede a muchas personas que se acercan a los temas de la Ciencia Sagrada y la Filosofía Perenne por el puro y simple “goce estético”, contra el cual nada tenemos que decir, naturalmente, pues el goce es algo personal y subjetivo. Sin embargo, otra cosa es considerar que el punto de vista estético es una condición necesaria para adentrase en una vía de Conocimiento, o incluso, como llegó a decir F. Schuon, que ella constituye una verdadera “cualificación iniciática”, lo cual es un auténtico despropósito.

Ese “goce estético”, en todo caso, tendría algún sentido en los estadios preliminares de una vía de Conocimiento y como resultado de una especie de “seducción” por el misterio y lo desconocido, pero que carece completamente de fundamento una vez se abandonan esos estadios preliminares al ampliar nuestra perspectiva gracias a la percepción o “revelación” de la Belleza, que resulta de la perfección de las relaciones que existen entre el espíritu y las cosas creadas, lo cual es una manera de definir también a la Armonía Universal. Precisamente, en la Cábala, la sefirah Tifereth (el corazón del Árbol de la Vida y emanación directa de Kether, la Unidad) significa tanto Belleza como Armonía. Ante ellas lo “estético” es un pálido reflejo invertido, como lo es el “confort espiritual”, que igualmente es una forma degenerada del hecho estético.

Lejos de cualquier veleidad estética, la revelación de la Belleza genera un estado de contemplación que, como señala Federico González en el mismo capítulo de Los Símbolos Precolombinos,

“no siempre puede ser conseguido de manera espontánea, o de modo natural, sino bien por el contrario, en la mayoría de los casos es el producto de un entrenamiento, de un aprendizaje paciente y concentrado, específicamente en una sociedad como la nuestra, totalmente alejada de las claves simbólicas y el conocimiento cosmogónico, la que debe más bien desprenderse de sus prejuicios estéticos y comenzar lentamente a recuperar la posibilidad de ver la verdad, absolutamente empañada por toda clase de intereses creados”.

Por otra parte, y en línea con todo esto, René Guénon habló en un momento dado (“Ceremonialismo y Esteticismo”, cap. XIII de Iniciación y Realización Espiritual) que la concepción estética termina por afectar con un "tinte" particular la manera en que los hombres consideran todas las cosas, y añade a continuación:

Se sabe que la concepción "estética" es, como su nombre por otra parte indica, la que pretende reducirlo todo a una simple cuestión de "sensibilidad"; es la concepción moderna y profana del arte lo que, como A. K. Coomaraswamy ha demostrado en numerosos escritos, se opone a su concepción normal y tradicional; elimina toda intelectualidad, incluso podría decirse toda inteligibilidad, y lo bello, lejos de ser el "esplendor de la verdad" como se le definía antiguamente, se reduce a no ser más que lo que produce cierto sentimiento de placer, luego algo puramente "psicológico" y "subjetivo".

Y a continuación añade que el “esteticismo” se vincula con el “ceremonialismo”, o sea con el gusto excesivo por la ceremonia y lo pomposo, desvirtuando la fuerza del rito a favor de lo que finalmente acabará siendo un simple “decorado”, o una “mascarada” hecha de fingimientos y falsas apariencias:

“Lo que hemos dicho acerca del gusto por las ceremonias propiamente dichas se aplica también, por supuesto, a la importancia excesiva y en cierto modo desproporcionada que algunos atribuyen a todo lo que es "decorado" exterior, llegando a veces, incluso en las cosas de orden auténticamente tradicional, hasta a querer hacer de este accesorio contingente un elemento totalmente indispensable y esencial, al igual que otros se imaginan que los ritos perderían todo su valor si no estuvieran acompañados de ceremonias más o menos "imponentes". Es aún quizá más evidente aquí que es de "esteticismo" de lo que se trata en el fondo, e, incluso cuando quienes se unen así al "decorado" aseguran hacerlo a causa del significado que ellos le reconocen, no estamos seguros de que no se engañen a menudo con ello, y de que no estén atraídos más bien hacia algo mucho más exterior y "subjetivo", por una impresión "artística" en el moderno sentido de la palabra; lo menos que se puede decir es que la confusión entre lo accidental y lo esencial, que subsiste de todos modos, es siempre el signo de una comprensión muy imperfecta”. Francisco Ariza 

https://franciscoariza.blogspot.com/

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