MISCELÁNEA DE PENSAMIENTOS HERMÉTICOS. Francisco Ariza

sábado, 10 de agosto de 2019

SOBRE LA "RUEDA DEL SAMSARA"


En algunos comentarios de la nota anterior se habló acerca de la “rueda del samsara” y de los tres animales (también llamados los “tres venenos de la mente”,una serpiente, un gallo y un cerdo, que representan respectivamente la soberbia, la avaricia y la ignorancia) que se encuentran en el centro de la misma. Esos comentarios nos han hecho recordar la importancia que tiene nacer en el estado humano, el cual ha sido bendecido con el “libre albedrío”, que como ya dijimos puede ser un arma de doble filo, pues parafraseando a Pico de la Mirándola, el hombre, dotado de esa libertad, puede escoger el camino de convertirse en un gusano, o bien llegar a las más altas cimas del Intelecto, e incluso ser:

“hijo de Dios, y, si no contento con la suerte de ninguna criatura, se repliega en el centro de su unidad, transformado en un espíritu a solas con Dios en la solitaria oscuridad del Padre, él, que fue colocado sobre todas las cosas, las sobrepujará a todas” (Discurso sobre la dignidad del hombre).

Esta es la miseria y la grandeza de lo humano. Por razones cíclicas lo primero es lo que hoy impera, sin embargo seguimos conservando la memoria de lo que era el hombre antes de la expulsión de la Patria original y la “caída” en el devenir del tiempo. Esa posibilidad siempre está ahí, esperándonos, como nos espera la Sabiduría tras los cortinajes de Maya, la “ilusión cósmica” sometida a la dialéctica de la dualidad como motor de la misma.

En el Corpus Hermeticum se dice: “¡Qué gran milagro es el hombre, Asclepio!”

Y en el budismo se afirma que nacer humano es muy difícil, y por tanto es una oportunidad que no se debe desaprovechar, quizá debido al lugar de intermediario que ocupa en el orden de la Existencia, y que le permite conectar lo inferior con lo superior, en sí mismo y con respecto al conjunto del cosmos. Nacer en el estado humano es tener la oportunidad de “despertar” no solo del sueño a que nos tiene sometido el formidable influjo del mundo sublunar, sino de despertar de esos otros sueños más sutiles y por ello más difíciles de considerar como tales, pues “dentro” de ellos viven nada menos que los dioses creadores y demiúrgicos (los devas y los asuras en términos hindo-budistas), aquellos a los que Proclo, el heredero de Platón, define como los dioses “encósmicos”, pertenecientes al cosmos, y que él diferencia de los dioses olímpicos, o “extracósmicos”, pues están “fuera” del cosmos o girar perenne de la Rota Mundi.

La Tradición (nada que ver con lo costumbrista y el folclore de pandereta, y ni mucho menos con el “tradicionalismo”) es también un estado que nos permite comprender, o mejor, “intuir” un hecho crucial: que lo humano, en tanto que conserva en sí mismo la semilla de la inmortalidad, es acreedor de un conocimiento que puede conducirle a la Sabiduría, y escapar así de la “rueda de las encarnaciones”.

En efecto la Tradición, y la doctrina cosmogónica y metafísica que ella articula, te puede guiar hasta un punto, hasta el momento en que de verdad has asimilado todo eso y estás preparado para asumir la soledad del “corredor de fondo”, donde solo te tienes a ti mismo, que no es poco, pues como señala la Tabla de Esmeralda: “lo de abajo (el microcosmos) es como lo de arriba (el macrocosmos), y lo de arriba como lo de abajo”. O sea que esa soledad es la del propio Ser que se mira a sí mismo en la miríada de criaturas que conforman la Creación entera. Es la presencia o inmanencia del Ser en todas y cada una de sus criaturas. Haber asumido esa realidad es estar preparado para las “nupcias alquímicas”, donde tu alma mercurial será recibida por el espíritu sulfuroso, y viceversa, haciéndose una sola entidad, en la solitaria y trascendente “oscuridad del Padre”. 

Rueda del Samsara

En esta imagen del budismo Mahayana podemos observar una representación de la rueda del samsara, o samsarachakra, en cuyo centro aparecen claramente los tres animales de la ignorancia, la soberbia y la avaricia. Toda la rueda está bajo el poder de Shinje (equivalente al Yama hindú), el “Señor de la Muerte”, que envuelve a la rueda con su cuerpo inconmensurable a punto de devorarla enteramente junto con todos los seres que contiene. Los “seis reinos” o “mundos” que la conforman son: el reino los devas, el de los asuras, el de los humanos, el de los animales, el de los pretas y el de los seres infernales. Por otro lado, es notorio observar cómo Yama es idéntico a esa otra figura de la cosmovisión hindú llamada Kâla-Mukha, considerada como una especie de “guardián del umbral”, o de la “Puerta Estrecha” dicho en términos cristianos, que impide el acceso a los estados incondicionados y metafísicos a quien no está preparado para recibirlos, pero que no pone ningún impedimento a quien, por el contrario, se ha hecho “uno con su Señor”. Francisco Ariza

https://franciscoariza.blogspot.com/

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