La amiga Adela González, a raíz de la nota anterior,
comenta en forma de pregunta: “¿Maktub? ¿Todo está escrito?” De esa pregunta
nace esta reflexión que quiero compartir con todos vosotros.
¿Todo está escrito”? Sí y no. Sí, en la medida que la
Existencia universal constituye la expresión de las “letras trascendentes”
escritas por la “pluma divina”, letras que constituyen el Libro de la Vida, y
que, como señala René Guénon (Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada,
cap. “La Ciencia de las Letras”), son todas las criaturas que, “después de
haber sido condensadas principialmente en la omnisciencia divina, han
descendido, por el soplo divino, a las líneas inferiores [del Libro de la
Vida], para componer y formar el Universo manifestado”.
En el Universo manifestado, empero, las combinaciones
entre las letras son múltiples e indefinidas, como son múltiples e indefinidas
las jugadas que puede haber en una partida de ajedrez. De ahí que “no todo esté
escrito”, es decir definido y fijado de antemano en el mundo del devenir, sino
que de alguna manera en él todo está por escribir, o por jugar, y tu eres tu
propio escritor o el jugador que ha de jugarse la carta de su destino, que no
es cualquier cosa, ni algo que venga determinado por ninguna ley, ya sea esta
cósmica o humana, pues como ya dijimos en la nota anterior, los “hados”
influyen pero no determinan.
La posibilidad de ser es un privilegio dado al hombre,
y tu destino te lo tienes que ganar, pero sabiendo que el “libre albedrío” es
un arma de doble filo, ya que puedes elegir el camino equivocado, y no ese otro
(el del Conocimiento) que te brinda la oportunidad de desarrollar todas tus
cualidades innatas, o sea las esencias que conforman tu ser verdadero, el
auténticamente original, palabra que viene de origen, y no precisamente de un
origen temporal, pues también hay orígenes atemporales, como testifican todas
las verdaderas doctrinas tradicionales.
Con lo cual tu auténtico destino es ese origen (la
omnisciencia divina), el cual te otorgará la verdadera y genuina libertad, sin
condiciones, pues es una con el conocimiento de ti mismo, de ahí la expresión de
la metafísica islámica: “Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor”. Todo
lo que no sea eso, es volver nuevamente a la “rueda del samsara”, errando una
vez más por los múltiples estados manifestados, cuando a lo mejor has tenido la
oportunidad en esta vida de engancharte al hilo de Ariadna (símbolo de la
Tradición) y escapar del laberinto.
¿Hasta cuándo erraremos? Eso está en nuestras manos,
naturalmente con el auxilio que quieran brindarnos los dioses, que se divierten
mucho viendo como intentamos salir del enorme embrollo en que vivimos, y que
padecemos, dentro del laberinto. Francisco
Ariza
https://franciscoariza.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario