MISCELÁNEA DE PENSAMIENTOS HERMÉTICOS. Francisco Ariza

lunes, 5 de noviembre de 2018

EL CEMENTERIO DE LOS DINOSAURIOS


Hace muchos años, una vez soñé que en la montaña del Tibidabo, concretamente en Vallvidrera (Barcelona) a donde iba con frecuencia pues allí tenía buenos amigos, había numerosos restos de dinosaurios, algo así como un cementerio de esos animales prodigiosos, con sus huesos y sus huellas enormes dejadas en la superficie de las rocas. Dentro del sueño me transporté a millones de años atrás. Lo he recordado ahora escuchando una canción que hablaba de los dinosaurios, y también de “egocentrismo”. La letra decía algo así: “¿quién soy yo cuando estoy fuera de mi?, ¿de dónde vengo y adónde voy?”

¿Qué significó aquel sueño? ¿Por qué soñé con un cementerio de dinosaurios? ¿Fue premonitorio como tantos sueños? Pienso en lo que dice René Guénon acerca de los “residuos psíquicos” dejados por una civilización tradicional, o una organización iniciática, cuando las abandona el espíritu vivificador. Pero no es exactamente eso, pues el espíritu continúa vivo, ya que no muere nunca, aunque es verdad que él “sopla donde quiere” y cuando quiere y a quien quiere. Entonces, ¿qué querían decir esos huesos y esas huellas? Recompongo la imagen, y concluyo que los primeros expresan la percepción del tiempo indefinido e inagotable, y las huellas son las del propio Ser Universal, dejadas ahí para que la humanidad no se olvide de su presencia inmanente y siga su rastro a través de la perennidad temporal.

Pero también cabría otra lectura o interpretación del sueño, sin que sea contradictoria con la anterior. Sería esta: con ese espíritu vivificador, que bien sabes que no te ha abandonado, lo mejor que puedes hacer es alejarte de un mundo que ha acabado finalmente por petrificarse, un mundo completamente profano y residual dentro de esta Divina Comedia creada por el Gran Prestidigitador. Aléjate de ese mundo -más bien inmundo-, y no mires hacia atrás como la mujer de Lot, no vaya a ser que acabes como ella, o te pierdas en el abismo del Sheol, entre los muertos. Como dice el Evangelio que ellos se entierren entre sí.

Obra como los héroes de la mitología. Como Jasón por ejemplo, que se hizo acompañar por Atenea, la cual, además de infundirle inteligencia y valor, le aconsejó sabiamente en la construcción de la nave Argo, la que le llevaría a la mítica Cólquida, en el Oriente del mundo. Hazte acompañar tú también por Atenea, o por cualquier otro dios, como Hermes, y que te ayude a construir tu propia nave, tu vehículo interno.

Una vez en el proceloso mar sortea los numerosos peligros que te acecharán, todos ellos formas de las densidades psíquicas. Especialmente pon atención a las “rocas entrechocantes” que es el último obstáculo que se interpone en el acceso a esa tierra virgen, a ese “otro mundo” más real que ningún otro conocido. Sortéalas con cuidado y sobre todo con mucha paciencia. Una vez salvados todos los obstáculos, apodérate sin vacilar del “Vellocino de Oro” que cuelga de árbol-eje, sacrificando al noble Dragón que lo protege. ¿Quién te impide vivir esa aventura arquetípica sino los fantasmas de la mente? Despertarás del sueño al descubrir que nunca te fuiste de ti mismo pues el Ser todo lo contiene y no hay nada que esté “fuera” de Él. Y los dinosaurios que sigan en su cementerio. ¡Ciao! Francisco Ariza

https://franciscoariza.blogspot.com/

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