MISCELÁNEA DE PENSAMIENTOS HERMÉTICOS. Francisco Ariza

miércoles, 24 de abril de 2019

LA CAPA DE SAN MARTÍN DE TOURS


La Capilla Palatina forma parte del Palacio mandado construir por el emperador Carlomagno en Aix-la-Chapelle, o Aquisgrán, en torno al año 805. Lo que nos llama la atención es que su nombre proviene de la “media capa” (capella) que San Martín de Tours entregó a un mendigo que encontró tiritando de frío en plena noche invernal. No exageramos si decimos que este dato sobre el origen de la Capilla Palatina nos está indicando que estamos ante un episodio de la Historia arquetípica.

Antes de convertirse al Cristianismo, San Martín era un soldado de la caballería romana nacido en el siglo IV en la provincia de Panonia, que comprende parte de la actual Hungría y algunos de los países balcánicos. Era por tanto un guerrero, y su nombre mismo, derivado de Marte, el dios de la guerra, significa “batallador”.

El caballero romano se apiada de alguien que está “a la intemperie”, “cubriéndolo” con la mitad de su capa. Cuenta la leyenda que el mismo Cristo se le apareció esa misma noche en sueños, diciéndole: “Martín, hoy me cubriste con tu manto”. Es evidente que esta leyenda la conocía Carlomagno, pues de lo contrario no se explica que pusiera el nombre de capella a su oratorio de Aix-la-Chapelle.

En ese gesto de San Martín, pleno de simbolismo, Carlomagno vio sin duda lo que en realidad era la esencia misma del Sacro Imperio que él acababa de fundar inspirándose precisamente en el Imperio Romano, a saber: una entidad que daba “cobertura” o “protección” a la propia Cristiandad. Pero esa protección, y esto es lo realmente significativo, nace de la Caridad, es decir del Amor, una virtud celeste que no era extraña a Roma, pues como sabemos el Amor es uno de los “nombres secretos” de la Ciudad Eterna.

San Martín representa en esa leyenda a la propia esencia de Roma, y su “gesto” ha de enmarcarse dentro del contexto de las comunicaciones “internas” de orden espiritual que ligan entre sí a las civilizaciones tradicionales. Esta es una de las enseñanzas de una historia que como decimos es arquetípica.

Por eso mismo, porque es arquetípica, las comunicaciones en el ámbito de las tradiciones se dan igualmente entre las personas. En toda transmisión del Conocimiento hay una energía que permite su comunicación en las almas, y esa energía no es otra que el amor, que no olvidemos se “regocija en la Verdad” como afirma San Pablo, a lo que habría que añadir que él es también como un imán (o un cemento, el “cemento del amor” se dice en la Masonería) que reúne las partes dispersas del ser en el centro de Sí mismo.

Cada quien lleva dentro un San Martín, un guerrero cuya espada expresa sin embargo la potencia de la Caridad actuante, y que incluye el combate contra los propios enemigos internos, y contra todo aquello, o aquellos, que niegan la realidad y por tanto la posibilidad de nacer en el Espíritu, que es la “luz verdadera que al venir al mundo alumbra a todo hombre” (Juan I, 9). Francisco Ariza
https://franciscoariza.blogspot.com/

Algunos amigos han manifestado su extrañeza porque le doy una relevancia excesiva a hechos históricos que en su opinión no la tienen. Es el caso de esta nota, en donde pongo de relieve la importancia del “gesto” de San Martín de Tours hacia un mendigo entregándole la “mitad” de su capa, entresacando una lectura simbólica al considerarlo como un episodio de la Historia arquetípica, o sea como una idea-fuerza expresada en la Historia, que muchas veces se manifiestan en hechos aparentemente sin importancia, pero que portan dentro de sí un conjunto de valores espirituales que repercuten poderosamente en la cultura en que nacen y para la cual tienen un sentido más profundo, e incluso ahistórico, o sea que no dependen directamente del contexto temporal en que se producen, sino que al contrario muchas veces determinan el curso mismo de dicho contexto.



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