La Capilla Palatina forma parte del Palacio mandado
construir por el emperador Carlomagno en Aix-la-Chapelle, o Aquisgrán, en torno
al año 805. Lo que nos llama la atención es que su nombre proviene de la “media
capa” (capella) que San Martín de Tours entregó a un mendigo que
encontró tiritando de frío en plena noche invernal. No exageramos si decimos
que este dato sobre el origen de la Capilla Palatina nos está indicando que
estamos ante un episodio de la Historia arquetípica.
Antes de convertirse al Cristianismo, San Martín era
un soldado de la caballería romana nacido en el siglo IV en la provincia de
Panonia, que comprende parte de la actual Hungría y algunos de los países
balcánicos. Era por tanto un guerrero, y su nombre mismo, derivado de Marte, el
dios de la guerra, significa “batallador”.
El caballero romano se apiada de alguien que está “a
la intemperie”, “cubriéndolo” con la mitad de su capa. Cuenta la leyenda que el
mismo Cristo se le apareció esa misma noche en sueños, diciéndole: “Martín, hoy
me cubriste con tu manto”. Es evidente que esta leyenda la conocía Carlomagno,
pues de lo contrario no se explica que pusiera el nombre de capella
a su oratorio de Aix-la-Chapelle.
En ese gesto de San Martín, pleno de simbolismo,
Carlomagno vio sin duda lo que en realidad era la esencia misma del Sacro
Imperio que él acababa de fundar inspirándose precisamente en el Imperio
Romano, a saber: una entidad que daba “cobertura” o “protección” a la propia
Cristiandad. Pero esa protección, y esto es lo realmente significativo, nace de
la Caridad, es decir del Amor, una virtud celeste que no era extraña a Roma,
pues como sabemos el Amor es uno de los “nombres secretos” de la Ciudad Eterna.
San Martín representa en esa leyenda a la propia
esencia de Roma, y su “gesto” ha de enmarcarse dentro del contexto de las
comunicaciones “internas” de orden espiritual que ligan entre sí a las
civilizaciones tradicionales. Esta es una de las enseñanzas de una historia que
como decimos es arquetípica.
Por eso mismo, porque es arquetípica, las
comunicaciones en el ámbito de las tradiciones se dan igualmente entre las
personas. En toda transmisión del Conocimiento hay una energía que permite su
comunicación en las almas, y esa energía no es otra que el amor, que no
olvidemos se “regocija en la Verdad” como afirma San Pablo, a lo que habría que
añadir que él es también como un imán (o un cemento, el “cemento del amor” se
dice en la Masonería) que reúne las partes dispersas del ser en el centro de Sí
mismo.
Cada quien lleva dentro un San Martín, un guerrero
cuya espada expresa sin embargo la potencia de la Caridad actuante, y que
incluye el combate contra los propios enemigos internos, y contra todo aquello,
o aquellos, que niegan la realidad y por tanto la posibilidad de nacer en el
Espíritu, que es la “luz verdadera que al venir al mundo alumbra a todo hombre”
(Juan I, 9). Francisco Ariza
https://franciscoariza.blogspot.com/
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Algunos amigos han manifestado su extrañeza porque
le doy una relevancia excesiva a hechos históricos que en su opinión no la
tienen. Es el caso de esta nota, en donde pongo de relieve la importancia del
“gesto” de San Martín de Tours hacia un mendigo entregándole la “mitad” de su
capa, entresacando una lectura simbólica al considerarlo como un episodio de la
Historia arquetípica, o sea como una idea-fuerza expresada en la Historia, que
muchas veces se manifiestan en hechos aparentemente sin importancia, pero que
portan dentro de sí un conjunto de valores espirituales que repercuten
poderosamente en la cultura en que nacen y para la cual tienen un sentido más
profundo, e incluso ahistórico, o sea que no dependen directamente del contexto
temporal en que se producen, sino que al contrario muchas veces determinan el
curso mismo de dicho contexto.
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